La baliza
Una sortija soslaya un negro nítido.
La sal mordiente, mordente,
eleva un sonido al mar.
El ocaso aporta al viento
un negro humo y al tiempo
lo aparta.
Como ósmosis se alza la masa y alcanza al templado ornamento.
Súbitamente,
un murmullo que sube suave de la baliza, lo oye una gaviota ciega… supera el óvalo… vuela…
El atardecer aprehende al viento y Juan,
el varón, barrunta un barullo
y apareja su barco.
(Ana Melgosa)